En la tele hablan (hace rato) de que la adolescencia se extendió y llega hasta los treinta años. Cuando eramos chiquitos veíamos a hombres de treinta años y pensabamos que nunca ibamos a llegar a eso. Parece que fue un presagio acertado. Ahora estamos llegando al numero indeseado y estamos con más pancita, las entradas se hacen presentes y las arrugas marcan un camino pero no nos sentimos padres de familia, jefes de hogar o dueños de proyectos. La onda metro sexual hizo que nos preocuparamos un poco más en el pelo, la espalda, los brazos. Pero el ritmo de vida nos pasa factura.
Nos quieren vender cosas light, zero, diet (ja! eso ya no, eso murió en los ochenta). Nosotros creiamos a los cinco años que a los treinta ibamos a estar en la mitad de nuestras vidas, pero nos enteramos ahora que queda más o menos que el triple. Y queda mucho por recorrer.. pero con panza no se puede correr a la misma velocidad.
La caspa que preocupaba a Pablo Echarri se arregla con un shampoo. Las canas también pueden taparse con dos pesos. Y el mismo enjuage nos permite controlar la caida del pelo.
Es un Milagro!!
Somos diferentes a esos treintones de los ochenta. Estamos un poco más enteros, pero también más quemados, y también un poco más atrasados. Porque no estamos a mitad de camino.
Es lo que hay. Los tiempos que corren nos obligan a vivirlos con más relax aunque nos encontremos pronto a cumplir años y sea una edad crítica.
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